Reflexión del Evangelio del Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario


20 de noviembre 2016. Evangelio según San Lucas 23, 35-43.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: “Ha salvado a otros, ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”. También los soldados se burlaban de él y acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificado lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Curiosamente el Viernes Santo, Pilato hizo poner en la cruz de Jesús un cartel escrito en las tres lenguas que abarcaban el mundo de aquel tiempo: hebreo, griego y latín, que decía: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Los soldados toman motivo de este cartel para burlarse. Y los ladrones, uno malo y otro bueno, le llaman Mesías el primero y el segundo lo reconoce por Rey. La palabra Mesías viene del hebreo y quiere decir ungido que en griego derivado al castellano se dice Cristo. Un ungido en el Antiguo Testamento era alguien que recibía una ayuda especial del Espíritu de Dios para cumplir una misión. Eran ungidos los sacerdotes, los profetas y los reyes, el culto a Dios, la enseñanza de su palabra, y el gobierno de su pueblo eran las funciones que respectivamente debían ejercer. Pero Cristo es el Hijo único de Dios, engendrado del Padre en la eternidad y siempre ungido con el Espíritu Santo que es el fruto eterno de los dos por el amor. Al hacerse hombre, Él es el sumo y único sacerdote de quien todo otro sacerdocio es participación, el sumo profeta, porque Él es la misma Palabra de Dios, el Verbo eterno del Padre por el que se expresa Dios, y el sumo Rey tanto de la creación, como de la recreación por su gracia, ya que es la cabeza de su Iglesia. La verdadera religión tiene que ser aquella que como tal así lo reconoce, Caifás y Anás, sumos sacerdotes de Israel en su tiempo lo rechazaron. Y también aunque parezca mentira, el gobierno político del mundo también está llamado a reconocerlo, así Pilato, en su tiempo no lo reconoció como testigo de la Verdad. Existe un reinado social de Jesucristo y de su Iglesia y consiste en su derecho a ser aceptado como Verdad, así como también todo aquello que tiene que ver con esa Verdad es lo único que tiene que tener su derecho en el ámbito social. Así es como los estados deberán reconocer el derecho a la vida como el primero y más fundamental derecho, y en segundo lugar la libertad religiosa del hombre. No se puede hacer campañas políticas con la amenaza de obligar a hacer cambiar sus dogmas a las religiones según un pensamiento único, sino que más bien se debe garantizar a la religión el que pueda profesar y enseñar su verdad. Cristo es Rey y así lo reconoció el buen ladrón. También hubo mártires, los de Méjico, que morían al grito de: ”Viva Cristo Rey”. Cuando se reconoce la reyecía de Cristo efectivamente desaparecen los malos efectos de la falsa religión y de una política anticristiana que son precisamente las señales del Anticristo. Venga a nosotros tu Reino.

Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense