28
de diciembre 2016. Seminario
de Aspectos Teológicos dictados por el Pbro. Oscar Ángel Naef,
Director de la Residencia Universitaria San José en el ciclo de
extensión cultural de la Fundación Universitaria San José. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
EL
CONOCIMIENTO DE DIOS
Bloque
2. EL CONOCIMIENTO DE DIOS
2.1)
El vocablo Dios
2.2)
La existencia de Dios. Pruebas de la existencia de Dios
2.3)
Elementos centrales de la Revelación Bíblica sobre Dios
2.4)
La Trinidad de Dios.
EL
CONOCIMIENTO DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Dios
Nuestro Señor es el Ser infinitamente perfecto, creador del cielo y
de la tierra.
La
afirmación que la Iglesia mantiene en el catecismo, Dios Nuestro
Señor es el Ser infinitamente perfecto, creador del cielo y de la
tierra, nos servirá de punto de partida para reflexionar sobre
el conocimiento que tenemos de Dios, sobre el origen de ese
conocimiento y la certeza del mismo.
1-
El vocablo Dios
El
primer aspecto que tendremos en cuenta es que con el vocablo “Dios”
todos identificamos una misma realidad, lo cual no significa ni
afirmar ni negar la existencia de Dios. Pero algunos la afirman y
otros la niegan.
2-
La existencia de Dios no es un conocimiento inmediato para nosotros
Por
este motivo nos preguntamos: ¿la existencia de Dios es algo evidente
por sí misma? Si en verdad lo fuera tendríamos que afirmar que
todos aquellos que niega la existencia de Dios actúan con malicia,
pero no tenemos ninguna certeza para afirmar tal cosa. Sí decimos
que el conocimiento de Dios no es algo evidente e inmediato para
nosotros (si para
Dios
y los Santos) ya que nuestra inteligencia tiene como objeto propio la
esencia de los seres materiales (1) (quidditas) y solo secundariamente y por demostración los
propiamente inmateriales (el alma humana y Dios).
3-
La existencia de Dios necesita demostración para nosotros (2)
Aquello
que es de conocimiento inmediato no necesita demostración y puede
ser conocido por todos fácilmente. Pero en cuanto a la existencia de
Dios no conocemos directamente sino que necesitamos alcanzarlo por la
vía de la demostración, partiendo de aquello que para nosotros es
conocido inmediatamente, como es el caso de sus obras (partir
necesariamente de datos experimentales, para llegar de ahí a un Ser
real origen y explicación de estas realidades).
4-
La existencia de Dios y su demostración(3)
A-
Principios generales en las pruebas metafísicas (4)
a)
El hecho del condicionamiento universal. Todo lo que vemos en nuestro
alrededor y todo lo que la ciencia nos enseña cada día, aparécenos
como un encadenamiento de seres o de fenómenos que se suceden e
implican unos a otros y forman así series o anillos sólidamente
articulados. Eso es lo que podemos llamar el hecho del
condicionamiento universal, por el que todos los seres y todos los
fenómenos del universo encuentran su condición, es decir su causa o
razón de ser en otro ser o en otro fenómeno.
b)
La causa primera incondicionada. El principio que nos dirige aquí es
que, de condicionado a condicionante, llégase necesariamente a un
principio o a una causa absolutamente primera, absolutamente
incondicionada, y, por tanto, colocada fuera de la serie causal. De
nada serviría, en efecto, ir hasta lo infinito, ya que la serie
causal, aún concebida como infinita, estaría aún toda entera
condicionada, es decir compuesta únicamente de intermediarios, que
transmitirían simplemente la causalidad. En el orden causal, el
primer término incondicionado es el que lo produce todo, no
sirviendo el resto más que para transmitir el movimiento o el ser.
(Un canal, por largo que sea, no es la explicación del agua que
circula en él; sólo la fuente nos explica el río. De la misma
manera no se explica el movimiento de las bolas del billar,
multiplicando el número de bolas, sino únicamente recurriendo a la
mano que es causa primera del movimiento que las bolas se transmiten
unas a otras.
c)
La causa universal absolutamente primera. Nuestra investigación no
puede llegar sino a una causa única y por tanto universal, porque la
causa absolutamente primera no puede ser sino única. Si, en efecto,
fuera múltiple, habría que suponer que las causas absolutamente
primeras son independientes entre sí (de lo contrario, no serían
todas absolutamente primeras). Pero esta suposición es incompatible
con la unidad y el orden que reina en el universo, e inconciliable
con las exigencias de la razón, para la que lo inteligible, el ser y
el uno son convertibles. Si no, habría que admitir que la ley
absoluta de las cosas no coincide con la de nuestro pensamiento, que
si el absurdo es inconcebible, puede no obstante constituir el fondo
de las cosas. Mas en eso hay una imposibilidad radical, puesto que,
según lo hemos visto en la Crítica del conocimiento, los principios
de la razón no son otra cosa que las leyes mismas del ser.
Se
ha de concluir, pues, que no existe sino una Causa absolutamente
primera, y que esta Causa, que, por definición (siendo absolutamente
primera) no depende de ninguna otra y domina a todas las series
causales, debe ser un Ser necesario, es decir tal que no pueda no
ser, tal que exista por su misma esencia y tenga en sí la razón
total de su existencia.
B-
Pruebas metafísicas de la existencia de Dios
Estos
argumentos parten de los diferentes órdenes de condicionamiento que
nos es dado observar en el universo, y cada uno nos conduce al mismo
Principio absolutamente primero, que es Dios.
1.
Prueba por el movimiento
Santo
Tomás considera esta prueba como la más clara de todas. Para
comprenderla bien, hay que tener muy presentes en el espíritu la
noción de movimiento y el principio general sobre el cual se funda
toda la prueba.
1.
Principio del argumento.
a)
La noción de movimiento. El término de movimiento no designa
solamente el desplazamiento local, sino, en general todo paso de la
potencia al acto, es decir, de una manera de ser a otra. En efecto,
como ya lo hemos visto en Cosmología, lo esencial en el movimiento
es propiamente el paso, como paso, lo que hace del movimiento una
realidad que participa a la vez del acto y de la potencia. El
movimiento es, pues, el signo y la forma de lo que en general se
llama el devenir.
b)
La inteligibilidad del devenir. Toda la cuestión estará, pues, en
descubrir lo que hace inteligible (es decir lo que explica) el
devenir. Para eso debemos recurrir al principio, establecido en
Ontología, según el cual “todo lo que se mueve es movido por
otro”, es decir que nada pasa de la potencia al acto sino por la
acción de una causa que ya está en acto; lo cual significa, en
pocas palabras, que nada puede ser causa de sí mismo.
2.
El argumento. — En virtud del principio precedente, Santo Tomás
establece que el movimiento exige un primer motor (lo cual no es sino
una aplicación del principio general de la inteligibilidad del
devenir). “En efecto, escribe, es cosa evidente (y nuestros
sentidos lo atestiguan) que en el mundo algunas cosas están en
movimiento. Mas todo lo que está en movimiento es movido por otro.
Es, en efecto, imposible que, bajo el mismo aspecto y de la misma
manera, un ser sea a la vez moviente y movido, es decir que se mueva
a sí mismo y pase por sí mismo de la potencia al acto. Por tanto,
si una cosa está en movimiento, se ha de decir que es movida por
otra. Además, si la cosa que mueve se mueve también, es necesario
que también ella sea movida por otra, y ésta por otra. Mas no es
posible llegar así hasta el infinito, porque en tal caso no habría
primer motor, y se seguiría que tampoco habría otros motores,
porque los motores intermediarios no mueven si no son movidos por el
primer motor, como el palo no mueve si no es movido por la mano. Por
tanto, es necesario llegar a un motor primero que no sea movido por
ningún otro. Y este primer motor es Dios.” (5)
3.
Corolarios. — De la noción de primer motor inmóvil, es decir de
un ser inmutable en la perfección que le pertenece por su misma
esencia, puédense deducir inmediatamente los siguientes corolarios:
a)
El primer motor inmóvil es infinitamente perfecto. En efecto, todo
cambio implica imperfección, ya que cambiar es adquirir ser que no
se poseía. Si pues, el primer motor es absolutamente inmutable, es
porque posee toda la perfección, es decir la plenitud del ser. En
otros términos es Acto puro.
b)
El primer motor inmóvil es un ser espiritual, porque la materia es
corruptible y por tanto esencialmente imperfecta. Siendo espiritual,
el primer motor debe también ser inteligente y libre, porque la
inteligencia y la libertad son propiedades esenciales de los seres
espirituales.
c)
El primer motor inmóvil es eterno, por ser absolutamente inmutable.
d)
El primer motor inmóvil está presente en todas partes, pues siendo
principio del movimiento universal, está presente por su poder a
todo lo que mueve, es decir al universo entera.
2.
Prueba por la causalidad
Existe
una Causa absolutamente primera. En la prueba por el movimiento, nos
colocábamos en el punto de vista del devenir fenomenal. Aquí
contemplamos la causalidad propiamente dicha. Todo lo que es
producido, hemos dicho, es producido por otra cosa (de lo contrario,
lo que es producido sería causa de sí, es decir, seria anterior a
sí, lo cual es absurdo). Concluíamos de ahí, por exclusión de la
regresión al infinito, que hay una Causa absolutamente primera,
fuente de toda causalidad.
Esta
Causa primera es trascendente a todas las series causa!es. En otros
términos, no puede ser un elemento de la serie de causas. En efecto,
si no fuera sino el primer elemento de la serie causal, habría que
explicar cómo este primer elemento habría comenzado a ser causa, es
decir que, en virtud del principio de que nada se produce a sí
mismo, habría que recurrir a una causa anterior a la que se quisiera
considerar como primera, lo cual es contradictorio. Por tanto,
necesariamente es preciso que la Causa primera trascienda (es decir
sobrepase absolutamente y domine) a todas las series causales, que
sea causa por sí, incausada e increada. (6)
3. Prueba por la existencia de seres contingentes
Esta
nueva prueba parte del hecho de que el mundo físico se compone de
seres contingentes, es decir de seres que son, pero podrían no ser,
porque estos seres, o bien los hemos visto nosotros nacer, o bien la
ciencia nos prueba que han sido formados, o bien su composición
exige, para quedar explicada una causa de la unidad de tales seres.
Ahora
bien, los seres contingentes no tienen en sí la razón de su
existencia. En efecto, un ser que tuviera en sí, es decir en su
misma naturaleza, la razón de su existencia, existiría siempre y
necesariamente. Los seres contingentes deben, pues, tener en otro la
razón de su existencia; y este otro, si también es contingente, la
tiene asimismo en otro. Mas no es posible ir así hasta el infinito:
de ser en ser, hay que llegar, al fin de cuentas, a un ser que tenga
en sí mismo la razón de su existencia, es decir a un ser necesario
que exista de por sí, y por el cual todos los otros existan.
Este
ser necesario, que existe por su propia naturaleza y no puede dejar
de existir, es Dios. (7)
4. Prueba por los grados de perfección de los seres
Partamos
del aspecto de belleza que e tantos modos manifiestan lar cosas. Y
decimos: si la belleza se encuentra en diversos seres según grados
diversos, preciso es que sea en ellos producida por una causa Única.
Es imposible, en efecto, que esta cualidad común a seres múltiples
y diversos pertenezca a estos seres en razón de su propia naturaleza
pues no se comprendería por qué la belleza se encuentra en ellos o
menos limitada. Serían esta belleza por su misma esencia, es decir
que necesariamente la poseerían completo y perfecta, sin límites ni
restricción. El hecho de que haya diferentes grados de belleza
implica, pues, que los diversos seres en que se descubren estos
grados participan simplemente de una Belleza que existe fuera y sobre
esta jerarquía de bellezas, y que es la Belleza absoluta e infinita.
Este
argumento se puede aplicar válidamente a todas las Perfecciones o
cualidades que pueden ser llevadas al absoluto: ser, unidad, bondad,
verdad, belleza, inteligencia y sabiduría. El primer Principio debe
ser, pues, necesariamente Ser perfecto, Unidad absoluta, Verdad,
Bondad, Inteligencia y Sabiduría infinitas (8).
5. Prueba por el orden del mundo
Principio
del argumento.
La
prueba por el orden del mundo (o argumento de las causas finales) se
apoya en el principio de finalidad, y adopta la forma siguiente: La
compleja organización en vista de un fin requiere una inteligencia
organizadora. En efecto, sólo la inteligencia puede dar razón del
orden, es decir de la organización de los medios en vista de un fin
o de los elementos en vista del todo que componen: los cuerpos
ignoran los fines y, por tanto, si ciertos cuerpos o elementos
corporales funcionan juntos, síguese que su organización ha sido la
obra de una inteligencia.
Forma
del argumento.
El
argumento parte del hecho del orden universal. Este orden es
evidente: considerado en su conjunto, contemplamos el universo como
una cosa admirablemente ordenada, en la que todos los seres, por
diferentes que sean, conspiran a un fin común, que es el bien
general del universo. Por otra parte, cada uno de los seres que
componen el universo manifiesta una finalidad interna, es decir una
exacta apropiación de todas sus partes en vista del bien de este
mismo ser.
Pues
bien, este orden no es inteligible sino por la existencia de un
principio inteligente que ordena todas las cosas para su fin y para
el fin del todo que forman. Que es lo que se deduce del principio
demostrado más arriba. Hay que admitir, pues, que existe una Causa
ordenadora del universo (9).
ELEMENTOS
CENTRALES DE LA REVELACIÓN BÍBLICA SOBRE DIOS
1-
Antiguo Testamento; la presencia salvífica del Dios de Israel
La
Biblia nos habla de un Dios “que salva”. La idea de salvación
tiene, a lo largo del AT, un desarrollo continuo de que sólo Dios
puede salvar al hombre. Dios ofrece la salvación, no la impone. La
historia de Israel es una historia de salvación cuyo autor es Dios.
Desde
un punto de vista filológico el término salvación procede de la
raíz hebra “yeshá” que significa “ser extenso”, “largo”;
lo que indica es ayuda contra el opresor, ayuda bélica, pura ayuda
material o solución a situaciones difíciles.
Detrás
de la salvación está Yahweh (sacó al pueblo de Egipto, etc); sólo
en El se puede confiar. En los salmos se desarrolla que Dios es el
Dios victorioso de Israel. También salvación significa la “ayuda
del tiempo final”. Fuera de El no hay salvación (ls 43,11), Israel
siempre tiene presente una liberación, una salvación escatológica,
salvación mesiánica. El verdadero elemento de la esperanza de
Israel no es tanto histórico sino escatológico con una felicidad
futura cercana a la noción de vida eterna.
En
el libro de los Jueces, Dios se sirve de hombres como mediadores de
la salvación; son guías suscitados por Yahweh. Se introduce la
figura de mediadores de la salvación.
Con
Isaías se introduce la dimensión universal del mensaje de
salvación. Destruidos los dos Reinos (Norte y Sur), quedan rotas las
seguridades humanas; Israel no se puede salvar por si mismo. Del
destierro surge la nueva promesa y comprensión de la salvación que
sólo viene de Dios. Es una especie de nuevo éxodo: un nuevo Israel,
purificado y fiel a Dios.
El
siervo de Yahweh es la nueva figura mesiánica que “salva a todos
los pueblos” (ls 49,6); será luz para todos los pueblos. Esa
salvación será por medio del dolor (is 53,13).
Hay
una especie de tensión entre cumplimiento y salvación; aunque ya se
está experimentando, la salvación todavía no es plena. También
hay una estrecha relación entre salvación colectiva y salvación
individual.
2-
El nombre de Dios
Como
consecuencia de la incomprehensibilidad de Dios se sigue la
inefabilidad por la que ningún nombre pude ser adecuado para
expresar, de modo conveniente, la Esencia divina. Es por esto, por lo
que la Biblia designa a Dios con muchos nombres diversos, inadecuados
en sí mismos, pero cada uno hace referencia a un aspecto o
perfección de la esencia divina, manifestando en su conjunto una
riqueza inagotable.
Los
principales son, en hebreo:
-
El: “Dominus” y “Fortis”, nombre común e indeterminado;
frecuentemente unido a “Shaddai” (“Omnipotens”).
-
Elohim: plural mayestático del anterior; después de Yahweh es el
nombre mas usado en el
AT.
-
Adonai: “Domínus meus” o sólo “Dominus”, que se atribuye al
solo Dios y expresa el reconocimiento de su supremo dominio.
-
Yahweh: el más usado -más de 6000 veces-, que quiere decir “Qui
est”, y es el nombre más propio de Dios. Dios mismo lo revela en
la primera aparición a Moisés (Ex 3,14). Es el nombre mas adecuado
a Dios, o mejor dicho, el menos inadecuado, como la Tradición de la
Iglesia siempre lo ha entendido, porque con él se expresa que Dios
es el “lpsum Esse Subsistens”, y en esto consiste la esencia
metafísica de Dios (aquella noción de Dios, propia y fundamental),
fuente y fundamento de todas las otras perfecciones divinas: el modo
propio y exclusivo de ser de Dios es que El sea su Ser Subsistente, o
sea, que en El se identifiquen el Ser y la Esencia.
3-
Las manifestaciones del amor paterno de Dios, núcleo central de
la revelación neotestamentaria del misterio de Dios
El
Nuevo Testamento más que un discurso nuevo de Dios, lo que tiene es
un sentido nuevo de Dios y de la comunión con El. Al mismo tiempo
que se sitúa con el Antiguo Testamento, también marca la distancia
al dar el gran matiz o la gran luz de Dios “Padre”.
La
enseñanza de Cristo no es tanto una teórica sino que mueve a una
relación con Dios. El núcleo central de la revelación
neotestamentaria es que Jesús es el Hijo Unigénito de Dios y al
mismo tiempo que Dios es el Padre. Si en Dios hay uno que es Hijo
Unigénito, también hay uno que es Padre hay un Hijo de Dios en
sentido estricto y un Padre en sentido estricto.
Es
común que la designación de Dios como Padre sea tenida entre los
exegetas como algo propio de Jesús (“verba Christi”). Es muy
frecuente encontrar la palabra “padre” en boca de Jesús. El usa
la expresión “Abba” y esto es tenido por la exégesis, como el
tratamiento personal de Jesús con e! Padre. Esta palabra expresa la
profunda intimidad con el Padre, al mismo tiempo está dicha en el
contexto del Reino; ese Dios que es “Abba” es también el Creador
todopoderoso, Juez, etc.
Se
podría decir que la enseñanza de Cristo acerca del Padre tiene dos
puntos importantes:
a)
Cristo identifica la llegada del Reino, con El mismo; lo nuevo aquí
es que ese Reino es anunciado bajo la perspectiva del perdón, bajo
la perspectiva del Padre que ama a sus hijos.
b)
Su modo de actuar es expresión de cómo es Dios (por ejemplo,
parábola del hijo pródigo). Dios es misericordioso y las acciones
de Cristo ponen de manifiesto su amor infinito desde la perspectiva
de la paternidad.
En
Mt 6,9 Cristo nos enseña el Padrenuestro; enseñar quién es el
Padre es como la totalidad de su mensaje. En el NT la palabra Padre
es casi sinónimo de Dios. El misterio trinitario es el misterio del
Padre y de su amor.
En
San Juan el Hijo es el revelador del Padre (Jn 1,18). Y en San Pablo
Dios es Padre de Cristo y en Jesucristo Padre de nosotros; la
posibilidad de invocar a Dios como Padre nos ha sido dada por el Hijo
en el Espíritu Santo (Rom 8,1417).
4-
La revelación del Padre en Jesucristo: Jesucristo, Hijo de Dios,
Verbo Eterno, hecho hombre
Cristo
en su predicación habla fundamentalmente del Reino de Dios que
llega. Ese Reino está indisolublemente unido a su propia persona;
hay una relación entre su persona, su mensaje y el hecho
escatológico. Todo esto es un modo de mostrar implícitamente quién
es El. Esto nos lleva a señalar cómo en el NT hay muchos pasajes
que revelan la divinidad de Jesús:
A.
Pasajes que utilizan la expresión “pero Yo os digo...”
contraponiendo la palabra del AT a la suya y trascendiendo la Ley.
B.
Pasajes que muestran el comportamiento de Cristo. Su actitud con los
pecadores al admitirlos en su mesa es como admitirlos al banquete
escatológico y es un signo del trato de amor misericordioso de Dios.
C.
Pasajes en los que invita a su seguimiento; estos señalan que sólo
hay un único Maestro y que el vínculo con este va mas allá del
docente, es una comunidad de vida, es un seguimiento radical
inaudito, solo a Dios se le puede seguir así.
D.
Pasajes en los usa la palabra “Abba”. Jesús siempre habla de”rni
Padre y de vuestro Padre” expresando que su unidad y relación con
el Padre no es compartida de igual manera con nadie. Se manifiesta
una unidad vital en el ser, una unidad operativa, una relación cuya
culminación la encontramos en San Juan: “Yo y el Padre somos una
misma cosa”
En
San Pablo aparece la preexistencia de Cristo corno el Hijo. Este que
ha muerto y resucitado ya preexistía y ha vuelto al Padre. La Cruz y
la Resurrección son salviticas porque Cristo es quien es, el Hijo
del Padre.
Por
su parte, para San Juan “el Verbo estaba en Dios y el Verbo era
Dios’. Lo que dice es algo muy nuevo, es que el Logos ha entrado en
la historia y él lo ha visto; no es una forma mítica sino un hecho
histórico. El Logos es personal, no es una idea. La Palabra, la
mente de Dios, existía delante de Dios; orientado ontológicamente
frente a Dios tiene subsistencia personal, carácter divino.
5-
El Espíritu Santo en lo textos del Nuevo Testamento
La
actuación salvífica del Espíritu de Dios, progresivamente revelada
en el AT, alcanza su punto culminante en su relación con la promesa
mesiánica. Lo que ha sido en los tiempos pasados de Israel fuerza
poderosa de Israel, será también poder estable de Mesías,
inspiración de su gobierno y hasta patrimonio del pueblo de los
tiempos esperados. La plenitud mesiánica del NT es, por lo mismo,
plenitud de la presencia del Espíritu, y los textos inspirados
subrayan esta novísima realidad con un lenguaje característico,
cuyo principal vocablo va a ser el verbo “didwmi” y sus
derivados. Lo fundamental del NT, en referencia al Espíritu divino,
es su “dosis”, la donación prometida y realizada, en la que se
establece el tiempo nuevo y definitivo de la relación de Dios con
los hombres.
La
actuación salvífica del Espíritu propia del AT, es realzada en el
NT por su “donación”. Esto es lo más característico de la
revelación pneumatológica del NT, junto a las cuestiones referidas
al origen. El don del Espíritu Santo es revelado como la señal
propia del tiempo de la plenitud cristiana, como marca singular del
cristiano: lo específico suyo.
En
el NT el término “Espíritu”, solo o acompañado del adjetivo
“Santo”, tiene un significado especial hipostático. Ya sea por
la naturaleza de su acción, ya por las relaciones que guarda con el
Padre y con el Hijo; ya sea porque aparece “connumerado” con
ellos y porque se les contrapone en relaciones personales de origen,
debe ser entendido “tan personalmente” como entendemos al Padre y
al Hijo.
Veamos
algunos pasajes:
A.
Sinópticos: a) Anunciación (Lc 1,26-36), b) Bautismo de Cristo (Mt
3,16), c)La fórmula trinitaria del Bautismo (Mt 28,19). Aquí hay
que decir que el hebraísmo “en el nombre”, indica exactamente a
la persona.
B.
Cartas paulinas: a)”somos templo de Espíritu Santo” del mismo
modo que los somos de Dios Padre (ICor 3, 16-17), b) Realiza
funciones divinas, conoce los secretos del Padre (2Cor 6, l c) Nos
santifica (Rom 8 9) y nos comunica la adopción filial (Rom 8 14-15)
C.
San Juan: Habla del “nacer del Espíritu” (Jn 3,5-6). La
interpretación que hace del “río de agua viva” entendiéndolo
del Espíritu Santo coloca a esta Persona en el centro de la
santificación cristiana. Para San Juan se trata de una verdadera
persona, a la que puede llamar hasta otro “Paráclito” (Jn
14,15-17). De este Paráclito se afirma: a) la misión del Padre (in
14,15- 17), b) la misión del Hijo (Jn 5,2O), y c) la inhabitación
(Jn 14,17).
LA
SANTISIMA TRINIDAD
Absolutamente
hablando, la razón es capaz de demostrar que hay un Dios y ver quién
es Dios. Reconoce la necesidad de una causa primera, y deduce que
ésta es infinita. Pero no pasa de ahí, más allá de estos límites,
todo es misterio.
Jesucristo
nos enseñó a adorar UN SOLO DIOS EN TRES PERSONAS, en lo cual
consiste el misterio de la Santísima Trinidad.
La
enseñanza de Jesús, confirmó el dogma fundamental de la ley
antigua: el monoteísmo, pronunciando las mismas palabras que Dios
dijera a Moisés: “Oye Israel, el Señor tu Dios es uno solo”»
(Mar. XII, 29). Pero luego hablaba del Padre como Dios: “Mi Padre,
hoy como siempre está obrando y Yo lo mismo” (Jn V, 17). Se
llamaba a si mismo Hijo de Dios, atribuyéndose una procedencia
divina y permitiendo que se lo adorara; y finalmente, prometió al
Espíritu Santo como consolador, Espíritu que procede del Padre y
que permanecerá siempre entre los hombres.
Inició
su vida pública con el milagro de su bautismo, en que aparecieron
las tres Personas Divinas; en la Transfiguración hubo una
manifestación semejante; y finalmente antes de subir a los cielos,
dijo a los Apóstoles: “Id y enseñad a las gentes todas,
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo”.
Entre
los primeros cristianos, era familiar la profesión de fe en la SSma.
Trinidad con la fórmula del. Bautismo, o sea la Doxología:
“Gloria
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”- y con la señal de la
Cruz. La Santísima Trinidad es el dogma fundamental del
Cristianismo.
Importa
mucho tener una idea exacta de este dogma.
¿Qué
significa un Dios en tres personas? — “Un Dios en tres personas”
no significa que una naturaleza sea tres naturalezas, o una persona
tres personas, lo cual sería absurdo, sino que la esencia, esto es,
la naturaleza divina subsiste en tres personas realmente distintas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las palabras “naturaleza” y
“persona”; cuando se aplican a Dios, no se toman en el sentido
que tienen en el lenguaje corriente, sino en el que se atribuye en el
lenguaje filosófico. La naturaleza es la esencia de una cosa, el
principio del cual se sirve el que obra para obrar: ej., en el
hombre, el alma y el cuerpo. La persona, en cambio, es el principio
operativo, el centro de atribución: ej., en nosotros es el yo, que
obra y a quien se atribuyen todas las operaciones así del alma como
del cuerpo; y solamente - se dice de los seres racionales. —Es
evidente que en cada hombre hay un solo principio operativo, un solo
yo, una sola persona. Por el contrario, en Dios —como Jesús nos
reveló— hay tres Personas: El Padre, que engendra al Hijo; el
Hijo, que es engendrado por el Padre; y el Espíritu Santo, que
procede del Padre y del Hijo. Y sin embargo, estas tres Personas no
son tres dioses, porque no son tres naturalezas distintas. Aquí está
el misterio.
La
inteligencia humana no es capaz de descifrar el misterio de la
Santísima Trinidad.
Los
teólogos, sin pretender explicarlo han ilustrado este dogma
diciendo: Dios es un espíritu. Dos son las operaciones del espíritu:
conocer y querer. ¿Qué es lo que Dios conoce? Su propio ser. Ve en
sí todas las cosas, sin necesidad de salir de sí mismo: más aún:
no puede, porque todas las cosas existen por Él, están en Él, y
son participaciones suyas.
Dios
se ve a sí mismo: a la manera que la mente engendra pensamiento, así
Dios, conociéndose a Sí mismo, engendra la idea eterna; diciéndose
a Sí mismo, engendra el Verbo (la palabra). Mas esta idea que Dios
engendra, esta palabra eterna que Dios dice, es por sí subsistente,
es un yo divino, y se denomina Hijo, porque es engendrado, y Verbo,
porque es la palabra de Dios.
El
Padre, conociéndose en el Hijo, lo ama. El que ha realizado una obra
insigne la ama; y ésta, si tuviese inteligencia, amaría a su autor.
De manera semejante, el Padre ama al Hijo, y el Hijo al Padre, y este
amor substancial es Dios. Y así, del Padre, y del Hijo procede el
Espíritu Santo, el cual es aspirado por vía de voluntad y de amor,
del mismo modo que el Hijo es engendrado por vía de entendimiento.
1
S.Th. I, 84,1 y 6; I, 85, 1
2
Algunos han sostenido y sostienen:
1. La existencia de Dios es absolutamente desconocida para nosotros y no puede conocerse
1. La existencia de Dios es absolutamente desconocida para nosotros y no puede conocerse
- Dios no existe = ateismo
- La existencia de Dios no puede ser conocida por la razón humana
= agnosticismo
2. La existencia de Dios es conocida:
2. La existencia de Dios es conocida:
- Por la tradición = tradicionalismo
- Por demostración = doctrina de la Iglesia
3
S.Th. I, 2,3
4
Objeción kantiana. — Kant presentó contra el valor de las
pruebas de la existencia de Dios una objeción general que vamos a
examinar en este lugar. Todas estas pruebas, dice, se apoyan en el
principio de causalidad, ya que quieren demostrar que Dios es causa
del universo. Mas el principio de causalidad no tiene valor sino en
el orden de la experiencia sensible. Luego las pruebas de la
existencia de Dios son ineficaces.
A esta objeción respondemos:
primero, que el principio de causalidad, tal como lo empleamos aquí,
no nos sirve sino para probar que el universo exige una causa, y
esto en virtud de lo que vemos experimentalmente en el universo, y
en manera alguna para definir lo que es o debe ser en sí esta
causa; luego, y en conformidad con lo que dejamos establecido en la
Crítica del conocimiento, que el principio de causalidad no es una
forma subjetiva, es decir a priori y arbitraria, de nuestra razón,
sino una evidencia objetiva, captada en el mismo ser que se nos da
en la experiencia y por tanto válido proporcionalmente para la
universalidad del ser. Síguese de ahí que, al revés de lo que
afirma Kant, el empleo trascendental del principio de causalidad es
legítimo y rigurosamente válido.
5
Objeción. — Algunos filósofos han creído poder
escapar de esta conclusión admitiendo una serie indefinida y eterna
de motores y de móviles. Si el mundo y el movimiento, piensan, son
eternos, no hay por qué buscar un primer motor.
Mas Santo Tomás responde que esta
objeción nada dice contra el argumento, por no tomarlo en su
verdadero sentido. En efecto, el argumento conservaría toda su
fuerza aun en la hipótesis de la eternidad del mundo, pues lo que
en él se considera no es a serie de motores accidentalmente
subordinados en el tiempo, sino la serie de motores accidental y
esencialmente subordinados; actualmente, la planta crece, y su
crecimiento depende del sol; mas el sol ¿de quién depende? ¿De
quién tiene su movimiento actual? Si lo recibe de otro astro, este
astro, a su vez, ¿de dónde tiene actualmente su movimiento? Es
imposible ir hasta el infinito, porque eso sería suprimir el
principio y la fuente del movimiento y por tanto el movimiento
mismo. Mas es claro que existe el movimiento. Luego existe un primer
motor. Y si el mundo fuera eterno, eternamente exigiría su
movimiento un primer motor.
6
Objeción. — Se ha querido a veces oponer a este argumento la
hipótesis de una causalidad circular, es decir de una causalidad
recíproca de los elementos del universo, transformándose la
materia en energías diversas para volver luego a su estado
original, y así indefinidamente (hipótesis defendida por algunos
filósofos griegos, que no tenían la noción de creación, y entre
los modernos por Nietzsche).
Pues bien, aunque se concediera
un fundamento a esta hipótesis, no cambiaría nada al alcance de la
prueba por la causalidad: que la evolución sea circular o que sea
lineal, esto no afecta sino a la transmisión, pero no a la fuente
de la causalidad. Quedaría además por explicar la existencia del
universo, concebido como un Todo.
7
Objeción panteísta. -Los panteístas admiten este razonamiento,
pero no su conclusión. Para ellos, el ser necesario no sería un
Dios personal sino el mismo mundo, tomado en su conjunto, y
concebido por ellos como un ser Único e infinito.
Mas esta doctrina va
evidentemente contra la razón. En efecto, el todo, que es la suma
de las partes, no puede ser de naturaleza distinta de esas partes. Y
siendo el mundo un compuesto de seres contingentes él también es
contingente y no tiene más razón que cada una de sus partes para
existir por sí mismo. Por tanto, su existencia para ser
inteligible, exige la existencia de un ser que exista por sí mismo,
y éste es Dios.
8
Alcance del argumento. — Este argumento no exige sólo una Belleza
ideal, sino una Belleza subsistente, no sólo una Verdad o Bondad
ideal, sino una Verdad y una Bondad subsistentes (y así de las
demás perfecciones); es decir que nos lleva, como los argumentos
precedentes, a un Ser que existe en sí y por sí, y que es por
esencia Verdad, Bondad, Belleza, Unidad, etc., absolutas e
infinitas.
Es que este argumento consiste
también, como los precedentes, en ir en busca de una razón de ser,
a saber en busca de la razón o de la causa de la semejanza o
jerarquía de los seres compuestos. Y por ese camino, establece que
seres que poseen desiguales grados de perfección no tienen en sí
mismos la última razón de esta perfección, y que ésta no puede
explicarse sino por un Ser que la posea absolutamente y por esencia,
mientras que todos los demás no la poseen sino participada.
a) El argumento no nos llevaría
a la existencia de una in infinita. Tal es la objeción de Kant. El
mundo, dice, no es infinito; y si, en efecto, es necesaria una
inteligencia ordenadora para explicar su unidad interna, bastaría,
en rigor, una inteligencia de una potencia prodigiosa sin duda, pero
no formalmente infinita.
La objeción es yana, pues
comete el error de suponer que el orden del mundo resultaría de un
simple arreglo de materiales preexistentes. En este caso, en efecto,
una inteligencia no infinita sería una explicación suficiente del
orden del mundo. Pero el asunto cambia totalmente si el orden no es
mas que un aspecto del ser, ya que es un orden interno, resultado de
la esencia y de las propiedades mismas de las cosas, de modo que el
autor del orden es necesariamente, por el mismo hecho, el creador
del ser universal, a la vez Potencia infinita e Inteligencia
infinita.
b) El juego del azar. Es difícil
negar que el orden reine en el mundo. Por eso los ateos no lo ponen
en duda. Más para escapar a la conclusión del argumento, afirman
que el orden del mundo puede ser explicado por la casualidad. El
mundo actual, dicen, es el producto de fuerzas inconscientes y
fatales; ha pasado por fases muy diferentes de la que ahora
conocemos, ésta no se ha perpetuado sino gracias a la armonía que
estas misteriosas fuerzas han acabado por engendrar fortuitamente.
Fácil es echar de ver que esta
explicación es, en realidad, lo contrario de una explicación. La
casualidad tiene como característica la inconstancia y la
irregularidad, que es justamente lo contrario del orden. La
casualidad puede, en rigor, dar razón de un orden accidental y
parcial, pero no de un orden que gobierne innumerables casos, y que
se perpetúe, ya en el interior de los seres, ya en sus mutuas
relaciones, con una constancia invariable.
c) La evolución. También se ha
invocado la evolución para explicar el orden del mundo. Mas la
evolución, lejos de fundar el orden, lo supone ya que se realiza
según leyes, y leyes necesarias. La evolución requiere, pues,
absolutamente una inteligencia. Y es que las causas eficientes no
excluyen en modo alguno las causas finales: al contrario, el
mecanismo no tiene sentido ni siquiera existencia sino por la
finalidad. Hemos demostrado ya que las causas que pueden explicar la
evolución de los seres del universo no hacen sino obedecer a una
idea inmanente, y, por consiguiente, suponen la existencia de un
orden anterior y superior a ellas.