07 de julio de 2017. Homilía pronunciada por el Capellán Mayor del Ejército, Pbro. Oscar Ángel Naef, en el Solemne Te Deum en acción de gracias por el 201° Aniversario de la
Declaración de la Independencia Nacional, celebrado en el Estado Mayor General
del Ejército Argentino. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Queridos amigos,
El texto de la Escritura[1]
nos orienta para centrar nuestra atención en la oración. Y de este modo nos
disponemos a elevar una plegaria agradecida en la cercanía de la celebración de
la Independencia de la Patria.
Creemos que este suelo que nos hermana es
un don de Dios que debemos custodiar y acrecentar para construir en él una
comunidad fraterna que tenga la capacidad de ser la casa de todos quienes hemos
nacido en ella y también de aquellos que hayan decidido venir a habitarla para
concretar sus sueños y proyectos.
Fraternidad es el nombre del espíritu de
nuestro pueblo. Fraternidad es el anhelo que motoriza nuestro futuro.
Fraternidad es la realidad que se ha ido cultivando con el esfuerzo de todos
sin excluir a nadie.
Nuestra Institución unida a los orígenes
de la Patria quiere una vez más pedir al Señor la gracia de la fidelidad a los
principios de vida ciudadana que enseñaron nuestros próceres y que están
plasmados en la Constitución Nacional. Es el Ejército nutrido con ciudadanos
generosos y abnegados el que hoy como ayer pone sus hombres al servicio de sus
hermanos para hacer realidad de un modo permanente la custodia de la soberanía
y la paz.
El texto de San Mateo nos habla de
silencio, entrega, generosidad, valentía y humildad. Busquemos hoy con nuestra
oración conquistar el corazón de Dios para que por su Hijo Jesucristo recibamos
la gracia de crecer en estas virtudes que consolidan la vida de nuestro pueblo
y de nuestra Institución a la luz de la verdad eterna que libera, transforma y
santifica.
María Santísima de la Merced, madre de los
soldados y patrona de nuestro Ejército lleva hasta los pies del altísimo
nuestro corazón agradecido en esta celebración que hace memoria del don que
hemos recibido como Patria que quiere ser reflejo de la Patria definitiva del
Cielo. Amén.
[1]Mateo 6, 1-6.16-18: “En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidado con practicar las buenas
obras para ser vistos por la gente, porque su Padre del cielo no los
recompensará. Por eso, cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen
los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alaben los
hombres. Les aseguro que ya han recibido su recompensa.
Tú,
cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Así
tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Cuando
recen, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Les
aseguro que ya han recibido su recompensa.
Tú,
cuando reces, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está
en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando
ayunen, no anden tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que
la gente vea que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su recompensa.
Tú,
cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie note tu
ayuno, sino tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve hasta lo más
escondido, te recompensará".