Mes de María: meditación en preparación a la Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Leemos en el Evangelio de San Juan. 19, 25-27.
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: 
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. 
Luego dijo al discípulo: 
“Ahí tienes a tu madre”. 
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

La Maternidad espiritual de la Santísima Virgen para todos los hombres redimidos por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, es algo que encontramos expresamente dicho en la Sagrada Escritura, y enseñado por el magisterio ordinario y universal de la Iglesia. 

Dos momentos principales se consideran en la Palabra de Dios escrita: en primer lugar, el referido por San Lucas l,38, sobre el consentimiento de la Virgen en la Encarnación: 

"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." 

Este pasaje viene a señalar como el punto de partida de la acción maternal de María directamente sobre el Cristo físico, e indirectamente sobre la obra de Cristo, el Cuerpo Místico. Porque toda la obra de la redención, cuya perpetuación realiza la Iglesia, dependía en su realización de la aceptación que la Virgen diera de la gran propuesta que le hacía Dios. 

En segundo lugar, tenemos el pasaje de San Juan l9, 25-27, referente a la compasión de María con Cristo en la Cruz y la referencia expresa de Jesús a ella y al apóstol Juan; detengámonos brevemente en este trascendental pasaje. 

“Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena.  Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo que Él amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo." “Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. " Y desde aquel momento el discípulo la recibió consigo” 

En este relato San Juan representa al género humano entero. El Papa León XIII, dice: " La Virgen Santísima, así como es Madre de Jesucristo, así lo es también de todos los cristianos, puesto que a todos los engendró entre los supremos tormentos del Redentor en el monte Calvario" " En la persona de Juan, según el perpetuo sentir de la Iglesia, señaló Jesucristo a todo el género humano." 

El marco del episodio indica un acto oficial y de alcance pública de Cristo, en esa hora solemne hacia la cual estaba orientado todo su ministerio aquí en la tierra. 

Realmente es la hora suprema en la cual el Salvador realiza lo esencial de su misión redentora, y se comprendería mal que hubiera escogido ese instante para un paréntesis de vida privada y de preocupaciones familiares. Su actitud no puede, pues, interpretarse sino en el orden de cumplimiento de su función pública. 

Por otra parte, el texto mismo del Evangelio se toma el cuidado de confirmarnos lo que resaltaba suficientemente por el conjunto del contexto. Inmediatamente después de haber contado el episodio, San Juan escribe: 

"Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había acabado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed " 

El apelativo "mujer" muestra también que Cristo se colocó por encima de sus relaciones familiares con su Madre, en un plano más elevado, el de la obra pública. Si hubiera querido en ese momento testimoniarle su afecto con un acto de piedad filial, se hubiera dirigido espontáneamente a ella con el nombre de " Madre "... 

La tradición nos enseña esta verdad de la fe por medio de un paralelismo muy elocuente entre Eva, la primera Madre de todos los vivientes pecadores y María, la segunda Madre de todos los vivientes redimidos y puestos a vivir según el nuevo Adán, que es Cristo. Este paralelismo suele designarse como la "recapitulación", según la cual nos vienen todos los bienes de la gracia en la redención por los mismos cauces por los que se habían perdido con el pecado del origen. 

San Agustín dice que María es "Madre de los miembros del Cuerpo Místico." 

Esta maternidad espiritual de la Virgen sobre todos los cristianos, que tuvo su momento "incoactivo" en el consentimiento para la encarnación, su solemne proclamación en la cruz, se ejecuta y lleva a efecto en cuanto María, junto con Jesús e inseparablemente de él, merece por nosotros y colabora íntimamente en la redención, y por fin en la aplicación de sus méritos y gracias mediante su intercesión continua por sus hijos espirituales. 

Procuremos despertar y avivar en nuestro corazón el amor filial a la Virgen Inmaculada y que el cariño hacia Ella nos conduzca a la amistad con Jesucristo y al cumplimiento de su Palabra que es ley para todos miembros de su Cuerpo Místico. (19/11/17)