Celebración del Miércoles de Cenizas en el Estado Mayor General del Ejército

(18/02/15) En coincidencia con el inicio del año de actividad militar, el 18 de febrero se celebró en el salón de actos “General San Martín” la Santa Misa en la que se conmemoró el Miércoles de Ceniza, con la que se da inicio a la Cuaresma. La misma fue celebrada por el Capellán Mayor del Ejército, Padre Oscar Ángel Naef, y contó con la presencia del Subjefe del Estado Mayor del Ejército, General de División Gustavo Motta; del Secretario General del Ejército, General de Brigada José Eduardo Arce; del Jefe de Planeamiento Estratégico del Estado Mayor Conjunto General de División Sergio Marco Piaggi, y del General de Brigada Carlos Alfredo Pérez Aquino. Participaron también personal de oficiales, suboficiales, soldados y personal civil que presta servicios en el Edificio Libertador.



HOMILIA DEL MIERCOLES DE CENIZA DEL SR. CAPELLÁN MAYOR DEL EJÉRCITO PBRO. OSCAR ÁNGEL NAEF
El Miércoles de Ceniza la Iglesia marca el inicio de la Cuaresma, tiempo de preparación a la Pascua que termina el Jueves Santo después de mediodía, recordándonos a los cristianos que somos creaturas, que esta vida es tan sólo una preparación y que nuestro verdadero destino es llegar a Dios en la vida eterna.
Al momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, el sacerdote nos recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir”, que recuerdan a los fieles tres verdades fundamentales: su realidad creatural, su condición de pecadores y lo inevitable de la muerte.
Sin embargo con el signo de las cenizas comenzamos un tiempo de gracia, la Cuaresma, que terminará con la celebración Pascual de la resurrección del Señor. Hoy comienza un camino en el que estamos llamados a vivir un momento culminante en la resurrección, también en nuestra resurrección, que viene a ser para nosotros la conversión luego del ejercicio penitencial de este tiempo litúrgico, un cambiar el corazón, y comenzar a vivir como hombres y mujeres nuevos, a la luz de Jesús, el resucitado.
En el texto del Evangelio de Mateo, que pertenece al denominado Sermón de la Montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicaciones tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de «retornar a Dios con todo el corazón». Pero lo que Jesús subraya es que lo que caracteriza la autenticidad de todo gesto religioso es la calidad y la verdad de la relación con Dios. Por esto denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las actitudes que buscan el aplauso y la aprobación. El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: «Y tu Padre, que ve en lo escondido (del alma), te recompensará» (Mt 6, 4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más eficaz cuanto menos busquemos nuestra propia gloria y seamos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con él para siempre (cf. 1 Cor 13,12).
Es mi deseo que el mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos pueda transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne (cf. Ez 36, 26). Lo acabamos de invocar con el Salmo: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu» (Sal 50, 12-13).
El Dios que expulsó a los primeros padres del Edén envió a su propio Hijo a nuestra tierra devastada por el pecado, no lo perdonó, para que nosotros, hijos pródigos, podamos volver, arrepentidos y redimidos por su misericordia, a nuestra verdadera patria. Que así sea para cada uno de nosotros, para todos los creyentes, y para cada hombre que humildemente se reconoce necesitado de salvación. Amén.