(23/03/16)
Homilía pronunciada por el Capellán Mayor del Ejército Argentino, Pbro. Oscar
Ángel Naef en preparación a la Santa Pascua de Resurrección
A
quienes nos gusta explorar en el mundo de las ciencias nos encontramos por ejemplo
en los estudios de los antropólogos que al indagar el mundo de los fósiles
muestran que ya desde los inicios de la humanidad los hombres compartían los alimentos.
Pero también en esas investigaciones surgen señales de heridas en los restos de
los cráneos humanos que nos manifiestan que esos mismos hombres luchaban entre
sí. Convivencia y conflicto aparecen juntos manifestando la ambigüedad
paradójica del ser humano.
En
el reverso de nuestra excelencia está nuestra debilidad: allí está la capacidad
racional para justificar lo injustificable, dañarnos a nosotros mismos y
perjudicar el entorno ambiental. Pero el animal vulnerable que somos tiene
también la capacidad de ser herido y de herir, de dejarse querer y perdonar.
La
Semana Santa es el tiempo en el cual se nos da la posibilidad de elegir la
convivencia, de reconocernos hermanos en Cristo el Señor. De sabernos
necesitados de sanación, de resurrección. Creemos que la muerte y resurrección
del Señor no ha sido en vano, sino que Él nos rescata, nos sepulta con Él para
que muramos al pecado y resucitemos también con Él a la vida nueva de los hijos
de Dios.
En
este contexto tenemos que leer nuestra historia personal y la del tiempo de la
historia que nos toca vivir. Allí estamos nosotros capaces de gestos de
grandeza pero también capaces de perder el sentido y esclavizarnos en los males
de nuestra época. ¿O no vemos permanentemente gente buena pero que sin embargo
termina esclavizada en males como la droga, el alcohol, y otros vicios?
Hoy
más que otros momentos de la historia los hombres y mujeres se esfuerzan por
una vida mejor pero simultáneamente destruyen sus vida con la droga, destruyen
la vida de sus seres queridos y crean un
ambiente infectado que arrastra a otros.
En
esta Pascua acerquémonos al Señor, ocupémonos de acompañar a Jesús en los
distintos momentos de su pasión, muerte y resurrección para que Él nos de la
fuerza para vivir como verdaderos resucitados. Hombres y mujeres que sepultan
lo malo, lo que hiere, lo que lastima y vivamos en la sana convivencia que
engrandece sepultando el conflicto que mata.
Aprovechemos a hacer un buen examen de
conciencia, y acerquémonos al sacramento del perdón y de la Eucaristía que son
el camino de la resurrección y de la vida.