(03/08/16) Evangelio según San Lucas 12, 32-48.
En
aquel tiempo Jesús dijo: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes
ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse
bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde
no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su
tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidos y con las
lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor,
que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los
servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que
él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices
ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón,
no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados,
porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó
entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El
Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor
pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el
momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado
en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si el servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear
a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr
la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su
señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había
dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo
también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se
le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
“Cristo,
¿vuelve o no vuelve?”, es el título que el padre Leonardo Castellani puso a uno
de sus tantos libros. En dicha obrita, este preclaro escritor argentino, hace
el intento, bastante bien logrado por cierto, de probar que propiamente es
católico, tiene fe católica, la persona que cree firmemente que Cristo volverá,
al fin de los tiempos. La fe es una virtud infundida por Dios en el alma del
justo, para que este crea todo lo que Dios ha revelado, y creen de este modo,
todos aquellos que tienen fe católica. El magisterio de la Iglesia, ejercido
por el Papa y los obispos, está puesto para explicar e interpretar a los fieles,
el contenido de la fe. Los fieles católicos están llamados a creerles. Con todo
el respeto que merecen las otras religiones, sabemos sin embargo, que a esas se
aplica la palabra fe en un sentido semejante o análogo, pero que propiamente
hablando no tienen esa fe virtud como la que tiene el fiel católico. Se trata
más bien de una creencia humana. Santo Tomás de Aquino escribe en su Suma de
Teología, que en cuanto al contenido de la fe, se llama pagano, a aquel hombre
o mujer, que no cree ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo; Judío a aquel
que acepta solo el Antiguo Testamento; Cristiano Católico, a aquel que acepta
tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento; y finalmente llama hereje, es decir
separado, a aquel que si bien acepta el Antiguo y el Nuevo Testamento, sin
embargo, quita o modifica alguna de sus partes. Y esto último, sin duda, que
consiste en anteponer la propia razón a la fe.
Pero teniendo fe católica, creemos todos los
dogmas propuestos por la Iglesia, y tratamos de vivirlos con una vida de moral
cristiana. Si se pierde de vista la última venida, o segunda venida de Cristo,
al fin de los tiempos, es probable que se relaje la vida de justicia. Es que el
justo vive de la fe, como nos dice San Pablo. El Señor nos enseña que las cosas
visibles son temporales, en cambio las invisibles son eternas, y que vale la
pena vivir esta vida para ganar el cielo; y no esclavizado a lo temporal
mundano. El Señor ya vino una primera vez, en mansedumbre y humildad, en
obediencia amorosa a la voluntad del Padre, para ejercer su misericordia y por
eso murió en la cruz. En cambio, su segunda venida será en el triunfo de su
gloria y majestad de la resurrección, y vendrá a ejercer su justicia. A Cristo
Juez estamos esperando, y debemos trabajar para merecer el bien último con el
que Dios premiará a los justos.
Pbro. José Augusto D´Andrea
Capellán Castrense