Reflexión del Evangelio del Domingo XXIV, ciclo”C”, del tiempo ordinario

(11/09/16) Evangelio según San Lucas 15, 1-10, o 1-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma  manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra,  llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

Con estas parábolas Jesús  nos explica ¿Qué es Dios en su profundidad más íntima? En el Antiguo Testamento Dios se nombra a sí mismo ante Moisés como el Ser que es por sí mismo; pero Jesús nos revelará que en lo más profundo del Ser Divino Dios es Amor y Misericordia infinitos. También en el Antiguo Testamento Dios se había enojado con su Pueblo y será Moisés el que realizará una oración de intercesión para que Dios los perdone. Pero ahora, con Jesucristo, ya no será solamente el hecho de que Dios perdona al hombre, sino que el mismo Dios saldrá a buscar al hombre pecador hasta encontrarlo y convirtiéndolo le concederá su perdón. Para San Pablo, el motivo de la encarnación de Dios es el perdonar nuestros pecados. Es decir que Dios se hizo hombre para morir crucificado y así darnos su perdón y borrar los pecados de la humanidad. El hombre lleva en su ser la imagen de Dios, según la que ha sido creado y es por eso que tiene un deseo natural de ver a Dios. Pero ese deseo natural ha sido colmado por el mismo Dios en el acontecimiento de su Revelación. Podríamos decir que el salir a buscar Dios al hombre se ha realizado por medio de la Revelación de Dios. Esa revelación que comienza en Abrahán y culmina, llegando a su máxima expresión en Cristo Jesús. En Él, Dios se hizo hombre, asumió una naturaleza humana como la nuestra, para revelarnos al Padre; y tan grande es el amor del Padre que nos entregó a su propio Hijo, y lo entregó a una muerte de cruz. Así quedaría patente y claro el amor infinito de Dios por su creatura, y además cuál es la verdadera Religión para salvarse. El Padre y el Hijo son una misma cosa, pero además el Hijo de Dios tiene por esposa a su Iglesia, solo en ella se podrá encontrar el Amor de Dios y su Perdón.

Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense