27 de noviembre 2016. Evangelio
según San Mateo 24, 37-44:
Jesús dijo a sus
discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en
tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente
comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no
sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a
todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos
hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado.
De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra
dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá
su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué
hora de la noche va allegar el ladrón, velaría y no dejaría
perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
Una gran esperanza tenía
el pueblo de Israel en la Antigüedad, esperaban la llegada de su
Mesías y con Él los tiempos finales de salvación universal y
gloria definitivas. Hoy también y con mayor razón la vida de la
Iglesia es una firme esperanza en la llegada del gran Día de la
manifestación gloriosa del Hijo de Dios, cuya primera venida en la
carne y en el ejercicio de su misericordia ya se ha realizado. Toda
la vida del cristiano debe ser un estar preparado para recibir a su
Señor que viene. Y como su segunda venida va a ser para ejercer la
justicia, dice que uno será elegido y otro dejado. Siempre el mundo
está dividido en dos porciones, la de los elegidos de Dios y la de
los reprobados por Dios. No se tratará de renunciar a todos los
bienes de este mundo y de esta vida sino de usarlos según la razón
y la voluntad de Dios, ya que ellos no lo son todo, ni son absolutos.
El único absoluto es Dios, que es el totalmente otro que el universo
y el mundo creado, y por lo tanto Él mismo es y será el sumo bien
definitivo del hombre. En orden a ganar la posesión de ese último y
definitivo y perfecto bien es como el hombre deberá haber vivido su
vida en la tierra. Ya los antiguos clásicos hablaban de la virtud,
como Platón y Aristóteles. Santo Tomás de Aquino dice en el siglo
XIII y en su suma teológica que la virtud es el orden de la razón,
y describe unas 55 virtudes. Entonces si vale alimentarse, pero nada
de comilonas; si vale el matrimonio, pero nada de lujuria. Es preciso
renunciar al hombre viejo del pecado y revestirse del nuevo. San
Agustín de Hipona, en su proceso de conversión, estaba en el jardín
de Casiciaco y escuchando a los niños jugando en la calle, oyó que
decían repitiendo: “Toma y lee” “Toma y lee”. Al instante
tomó el rollo de pergamino que tenía a su mano y apareció el texto
de Romanos 13, 13 que desde el versículo 11 hasta el 14 dice:
“Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de
despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros
que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca
el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con
la armadura de la luz.” Y el versículo 13:”Como en pleno día,
procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida,
basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias.” En el
14 termina diciendo: “Por el contrario, revístanse del Señor
Jesucristo”. El Señor nos conceda que en el momento de su venida,
tanto el Padre como el Espíritu Santo puedan ver formada en nosotros
la imagen del Hijo, por nuestra vida santa y purificada de todo
pecado.
Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense.