05
de marzo de 2017. Evangelio según San Mateo 4, 1-11.
Este
pasaje del Evangelio es como la situación reversa de la que se dio en el Edén,
cuando Adán fue tentado. Jardín de delicia se le llama, porque el hombre creado
en gracia, estaba en plena comunión con el Creador, y gozaba de ello. Pero
acontecido el pecado original, el paraíso fue perdido. Se podría comparar la
situación con una composición musical para orquesta, donde de repente se oye
una nota disonante. La disonancia en la creación de Dios es la soberbia del
demonio y finalmente la del mismo hombre, que por desobedecer el mandato de
Dios comete un atentado de autonomía moral, poniéndose en el lugar de Dios,
para darse a sí mismo la ciencia de lo que está bien o mal para él. El hombre
no acepta así la Ley de Dios puesta en su corazón y se rebela antinaturalmente
contra ella, dándose a sí mismo otra ley que es opuesta a la de Dios. La única
manera que tiene el compositor musical de arreglar la disonancia consiste en a
partir de la nota discordante comenzar una nueva melodía. Así es como Dios ha
obrado en Cristo, en Él ha comenzado la nueva melodía de la humildad y la
obediencia en el amor a Dios y su ley. Cristo no se deja vencer por el tentador
sino que Él mismo lo derrota y así se puede hablar del paraíso recuperado. Hay
en Cristo un nuevo comienzo para la humanidad y por eso se lo llama el nuevo
Adán. San Pablo es quien lo expone claramente. Por el viejo Adán ha entrado al
mundo el pecado y la muerte, por el segundo Adán se nos ha devuelto la gracia
de la justificación y la vida eterna. Cristo ha derrotado al pecado y a la
muerte con su resurrección. Al pecado lo ha rechazado en esta triple tentación,
donde vemos que muy probablemente el demonio le haya querido sugerir una forma
de ser mesías distinta y opuesta a la que Dios Padre quería. Él que era Dios,
debía renunciar a hacer uso de su omnipotencia divina para dejarse crucificar,
es decir que si bien podía hacer milagros para el beneficio de los hombres,
habría de renunciar a ello cuando llegara su hora, la hora de la cruz. Habría
de vivir siempre en humilde obediencia amorosa al Padre, sin renunciar jamás a rendirle el culto de su
vida, muerte y resurrección, rechazando toda forma de apostasía religiosa para
caer en la idolatría. Ídolos había y hay muchos, en aquellos tiempos se
aplicaba el término a la adoración de falsos dioses, pero también sucede la idolatría
cuando el hombre le da el primer lugar de su corazón a cosas terrenales que no
son Dios: el placer, el dinero o el poder político, para hacer uso y abuso de
estas realidades, en las que el idólatra pone su felicidad equivocadamente.
Pero así como en la inmaculada concepción de María Dios comenzaba a cumplir sus
promesas del paraíso, así también cuando Jesús derrota al demonio en sus
tentaciones. La nueva melodía ha comenzado, el paraíso ha sido recuperado y el
hombre tiene ahora la esperanza de que es posible vivir la santidad que Cristo
ha traído y le ha devuelto al hombre. No habrá mayor delicia que el amor y la
unión con Dios, posible en el cristianismo, imposible sin Él.
Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense