Meditación en el mes de María: “María la nueva Eva” en preparación a la Solemnidad de la Inmaculada

Del Antiguo Testamento, en el libro de Ester (Est. 15, 4-7.12-13. 9.10,5,3.7.3-4). Al terminar la oración, Ester se vistió con todo lujo. Luego, invocando al Dios y salvador que vela sobre todos, marchó con el rostro alegre, pero con el corazón angustiado. Atravesó todas las puertas, hasta quedar de pie ante el rey. Este levantó la cabeza y miró a Ester. La reina palideció, se apoyó en el hombro de una doncella y se desmayó. El rey entonces se inquietó; saltó de su trono y tomó a Ester en sus brazos preguntándole: "¿Qué te pasa, reina Ester? Pídeme lo que sea y te daré hasta la mitad de mi reino". La reina Ester respondió: "Si he encontrado gracia a tus Ojos, perdóname mi vida y la de mi pueblo. Eso es lo que quiero y lo que te pido". El rey extendió hacia Ester el cetro de oro y ella se levantó y quedó en pie ante el rey. 
El Libro de Ester cuenta como el pueblo judío fue liberado de sus enemigos gracias a la intervención de una mujer.  La orgullosa reina Vasti es sustituida por Ester, una humilde joven judía. 
Así en la historia de la humanidad Eva es sustituida por María. 
Una vez más el Pueblo de Dios se salva por la intervención de una mujer. Pero esta vez es la definitiva. 
Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el Creador le revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza divina y la humana se unían en una única Persona: Jesucristo, verdadero Dios y, desde entonces, verdadero Hombre; Unigénito eterno del Padre y, a partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María: por eso Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre —sin confusión—la naturaleza humana.
Consideremos a María Santísima preservada de la ley universal del pecado original, como lo fue la Reina Ester de la ley común del rey Asuero. María Inmaculada es la bendita entre todas las mujeres, es la que encontró gracia a los ojos de Dios.
La llena de gracia, la que es objeto de las complacencias de Dios, la que está por encima de los ángeles y de los santos llevó una existencia como la nuestra. María es una criatura como nosotros, con un corazón como el nuestro, capaz de gozos y de alegrías, de sufrimientos y de lágrimas. 
Por esto también es reina de la misericordia. Puede compadecerse mejor y socorrer nuestras necesidades intercediendo ante su Divino Hijo Jesucristo mientras somos aún peregrinos, porque Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. (10/11/17)