Breve meditación en el Año Sacerdotal convocado por el Santo Padre Benedicto XVI


07 de diciembre de 2016. Breve meditación del Pbro. Oscar Ángel Naef realizada en el año 2009 a los Capellanes sobre la carta a los sacerdotes con fecha 16 de junio de 2009 de Benedicto XVI con motivo de haber convocado al “Año Sacerdotal” en el 150 aniversario del nacimiento de San Juan María Vianney, Santo Cura de Ars.

El documento del Papa tiene como eje central la identidad sacerdotal presentada paso a paso a partir de la figura del Santo Cura de Ars. Sin embargo este eje transversal de contenido se despliega a lo largo del texto entrelazado por dos temáticas que lo construyen. Ellas son: el ejercicio del ministerio y la espiritualidad sacerdotal. Vale decir que la identidad sacerdotal tiene esos dos aspectos como inseparables en la vida del sacerdote.
Enumeramos sintéticamente los temas principales que aparecen asociados a ese eje de interpretación:
  1. Identificación del sacerdote con el Corazón de Jesús.
    Dirá el Papa:
    ”Alter Christus, el sacerdote está profundamente unido al Verbo del Padre, que al encarnarse tomó la forma de siervo, se convirtió en siervo (cf. Flp 2, 5-11). El sacerdote es siervo de Cristo, en el sentido de que su existencia, configurada ontológicamente con Cristo, asume un carácter esencialmente relacional: está al servicio de los hombres en Cristo, por Cristo y con Cristo. Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación, madurando, en esta aceptación progresiva de la voluntad de Cristo, en la oración, en el "estar unido de corazón" a él” (
    AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 24 de junio de 2009).
  2. Fecundidad del ministerio y Santidad personal en el sacerdocio.
    Dirá el Papa:
    ”…este Año sacerdotal tiene como finalidad favorecer la tensión de todo presbítero hacia la perfección espiritual de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio, y ayudar ante todo a los sacerdotes, y con ellos a todo el pueblo de Dios, a redescubrir y fortalecer más la conciencia del extraordinario e indispensable don de gracia que el ministerio ordenado representa para quien lo ha recibido, para la Iglesia entera y para el mundo, que sin la presencia real de Cristo estaría perdido”
     
    (AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 24 de junio de 2009).
  3. Identificación con Cristo en el ejercicio del ministerio.
    ”El sacerdote debe ser el pastor, igual que Cristo. ¿Cómo lo será? En primer lugar, el sacerdote no es un burócrata u oficinista, encargado de registros y de decisiones administrativas. Es cierto que siempre tendrá que realizar tareas de este tipo, pero no son éstas las principales, no es eso lo suyo específico; otros podrán y deberán ayudarle en ese cometido. Ser pastor al servicio de Jesucristo es algo más. Es llevar a los hombres a Jesucristo, es decir, a la verdad, al amor y al sentido que necesitan en sus vidas. Pues el hombre tampoco hoy vive sólo de pan y de dinero. Y ese llevarlos hasta Jesucristo, hasta la verdad que les da sentido, sucede en la transmisión de las palabras de Jesucristo y en los sacramentos en los que el Señor nos sigue dando su vida”
     (
    Ratzinger, Card. Al Servicio del Evangelio. Meditaciones sobre el sacerdocio de la Iglesia, Vida y Espiritualidad, 2003)
  4. Testimonio de un itinerario de vida Evangélica.
    ”…para el sacerdote ser "voz" de la Palabra no constituye únicamente un aspecto funcional. Al contrario, supone un sustancial "perderse" en Cristo, participando en su misterio de muerte y de resurrección con todo su ser: inteligencia, libertad, voluntad y ofrecimiento de su cuerpo, como sacrificio vivo (cf. Rm 12, 1-2). Sólo la participación en el sacrificio de Cristo, en su kénosis, hace auténtico el anuncio. Y este es el camino que debe recorrer con Cristo para llegar a decir al Padre juntamente con él: "No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (Mc 14, 36)”.