12 de febrero de 2017. Evangelio
según San Mateo 5, 20-22ª.27-28. 33-34ª. 37.
Jesús
dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es
superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los
Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás, y el que
mata, debe ser llevado ante el tribunal”. Pero Yo les digo que todo aquel que
se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Ustedes han
oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo: El que mira a una
mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Ustedes han oído
también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los
juramentos hechos al Señor”. Pero Yo les digo que no juren de ningún modo.
Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo
que se dice de más, viene del Maligno”.
Como Jesús mismo lo dice, Él no ha
venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. Ya sea que complete su
doctrina con partes que faltaban para perfeccionarla, como si ha venido a
cumplirla con su ejemplo de vida. Pues ambas cosas se han dado en Él. Existía
un modo de cumplir la Ley que era el de los fariseos y maestros de la Ley. Ellos
cumplían sus ritos externos, pero estaban muy lejos de cumplirla en su corazón.
Estaba también anunciado por los Profetas que cuando viniera el Mesías, Él iba
a producir una interiorización de la religión. En verdad, Jesús alcanza la
esencia de la Ley. Hace unos nuevos comentarios a la misma donde no solo se
refiere a lo que había sido dicho en el pasado sino que Él mismo se presenta
como legislador cuando se expresa diciendo: “Yo digo”. En el texto que nos toca
hoy vemos aclarados los preceptos: no matarás, no cometerás adulterio y no
mentirás ni levantarás falso testimonio contra tu hermano. Pues bien vemos que
para Jesús no se trata solamente de omitir un hecho malo sino también de tener
y guardar en el corazón las virtudes contrarias a esos hechos o actos. El no
matar se ve contraído al no irritarse contra el hermano, y por supuesto que
cuando llegue el momento crucial de la última cena, quedará elevado al amor al
prójimo como el mismo Cristo nos ha amado. El amor será la virtud que habrá de
reinar en el corazón del cristiano. No matar será la lógica consecuencia del
amor cristiano; que incluso será un motivo de distinción de ser discípulo de
Jesús, todos podrán distinguirlos, dirá Cristo, en el amor que ustedes se
tengan y profesen. Y tuvo ello pleno cumplimiento cuando los mismos paganos del
Imperio Romano dirán: “Miren como se aman”. El sexto mandamiento también tendrá
un tratamiento similar; ya no se tratará solamente de evitar el acto malo sino
de ser puros de corazón. La virtud de la pureza deberá reinar también en el
corazón del cristiano. La perfección cristiana no se alcanzará sino por un
camino de purificaciones y negaciones como bien lo explicará San Juan de la
Cruz en el siglo XVI. Purificación activa del sentido y la purificación pasiva
se llama así porque esa la hace el mismo Dios en el alma, y es la que hará el
pasar de la vía purgativa a la iluminativa en la vida mística del cristiano.
También se requerirá la purificación activa y pasiva del espíritu, y esta
última será necesaria para pasar de la vía iluminativa a la unitiva con el
Señor. Evidentemente que un mundo donde se idolatra el placer y que por lo
tanto se lo puede definir como hedonista, no puede comprender lo que significa
el valor de la pureza y de las purificaciones de las que acabo de hablar. Y
finalmente con respecto a la mentira y la falsedad, el Señor quiere que reine
la verdad en el corazón del hombre. La verdad de la fe y de toda realidad. La
voz deberá ser vehículo de la misma verdad, nunca deberá ser utilizada para la
mentira, la falacia o el error. Las virtudes de la fe con los dones de
entendimiento y sabiduría deberán afincarse en el corazón del hombre, si éste
quiere ser fiel a su vocación cristiana. Nada más alejado del cristianismo como
el error, la mentira en todas sus formas, como son las ideologías y las
leyendas negras que falsean la historia en su objetividad valorativa. La
historia es también un lugar teológico como el teólogo Melchor Cano la pone, y
así como la verdadera historia es una apología del cristianismo, la falseada es
su contraria. Pidamos al Señor que volvamos a tener un verdadero corazón
cristiano.
Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense