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de febrero de 2017. Evangelio según San Mateo 6, 24-34.
Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se
interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios
y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a
comer o qué van a beber, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir.
¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren
los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros
y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes
acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir
un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido?
Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les
aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de
ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será
echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se
inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos
vestiremos?” Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que
está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino
de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se
inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada
día le basta su aflicción.
Debemos
hacernos la pregunta acerca de quién reina en nuestro corazón, ya que no se
puede tener dos dioses al mismo tiempo. O de lo contrario podemos hacernos la
pregunta sobre la jerarquía de nuestros fines, ¿cuál es el que buscamos en
primer lugar? ¿Dejamos que Dios sea Dios en nuestro corazón, o tenemos a otro
dios en su lugar? Podemos decir que vivimos como cristianos cuando se da una
conversión a Dios con una aversión de la criatura. En cambio viviremos como
paganos, o estaremos cometiendo un pecado mortal, cuando se de en el corazón
una conversión a la criatura con consiguiente aversión a Dios. Digo estado de
pecado mortal porque según San Agustín, poner cualquier criatura en el lugar de
Dios es precisamente cometer pecado mortal. Adorar como Dios a una criatura
terrenal. Jesús nos pone, como uno de los mayores peligros para la salvación,
la criatura que suele ser la más adorada en el lugar del verdadero Dios, esa
criatura es el dinero. La riqueza o el dinero debe vérselo como el producto del
trabajo del hombre. Pero también es cierto que es muy difícil acumular grandes
cantidades del mismo honestamente, como producto de trabajo serio; y sí es
cierto, que usualmente las grandes fortunas son producto de algún pecado, o
actividad deshonesta, para ganarlas. No va por ahí el cristianismo, sino que
debemos trabajar honestamente procurando el Reino de Dios y su justicia, con la
suficiente confianza en la divina providencia que, según Jesucristo nos lo
dice, nos procurará todo lo que necesitamos por añadidura. El fin primario es y
debe ser Dios, su Reino y su justicia. En todo caso el dinero estará para
procurar ese mismo Reino de Dios, y no al revés. San Agustín también lo dice,
refiriéndose al que evangeliza; dice que no se puede evangelizar para hacerse
dinero, porque en ese caso el fin que se antepone es el de hacerse rico en
lugar de la evangelización. En cambio sería correcta la versión que pone como
último y primario fin la evangelización, y el hacer dinero un consecuencia de,
y un medio para evangelizar. La confianza en la divina providencia estará
sustentada en la jerarquía de los seres en la naturaleza que Dios ha creado. En
el mundo visible, todos sabemos que el ser más noble y elevado es el ser
racional, es decir el hombre. Si Dios se encarga de los simples pájaros, y aún
de los lirios, que son vegetales; la pregunta que Jesús nos hace es legítima,
cómo no se ocupará entonces de su criatura
más preciada: el ser humano. Es cierto
que en la modernidad y posmodernidad se ha agravado la cuestión social, y
millones de seres humanos viven en la más absoluta miseria. Pero ello es
producto también del pecado del hombre, y Dios lo arreglará si el hombre toma
el partido de tener una conducta virtuosa en el plano social. Lo primero es,
sin dudarlo, tomar a Dios por Dios y no al dinero.
Pbro.
José D´Andrea
Capellán
Castrense