08
de mayo de 2017. Síntesis de la conferencia dada por el Capellán Mayor del
Ejército, Pbro. Oscar Ángel Naef, en la Jornada de Formación Permanente del
Clero Zona Buenos Aires del Obispado Castrense de Argentina con el tema “La
Promoción de la Caridad a la luz de la Sagrada Escritura”. Jornada realizada en
la Escuela de Suboficiales del Ejército “Sargento Cabral”. Campo de Mayo,
Provincia de Buenos Aires.
LA
PROMOCIÓN DE LA CARIDAD A LA LUZ DE LA SAGRADA ESCRITURA
El
temario para las Jornadas de formación permanente del Clero durante el año 2017 en nuestra diócesis tiene
como propuesta reflexionar desde lo pastoral sobre la Caridad en la vida de la Iglesia.
En
este camino propuesto, durante el primer encuentro desarrollado en el Centro
recreativo de Villa Martelli, el Padre Fochesato abordó “El anuncio del
Evangelio de la caridad en la perspectiva de la actualización en el Magisterio
de la Iglesia”. En la jornada de hoy haremos una aproximación al tema de “La
promoción de la caridad en nuestras comunidades a la luz de la Sagrada
Escritura”. En este intento pondremos de manifiesto cómo el Señor nos lleva por
una teología del amor que de un modo único ilumina una nueva visión del mundo y
de las relaciones interpersonales, y todo esto superando una perspectiva ética
o sociológica, o ambas a la vez.
La
exposición de esta mañana será más bien una presentación didáctica sobre un
tema que todos conocemos como complejo por su riqueza y múltiples horizontes.
Aclaro que el esfuerzo por ser didáctico me hará correr el riesgo de hacer
grandes simplificaciones.
INTRODUCCIÓN
La
ayuda de una primera presentación sintética me viene de la misma Escritura en
el Capítulo 22 de Mateo en el cual el mismo Jesús hace una síntesis (Mt
22,35-40):
“...uno
de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le respondió:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es
semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas»”.
La
pregunta que le hacen a Jesús está cargada de sentido legal, numérico,
cuantitativo, y la respuesta del Señor rompe ese molde en el simple hecho de
equiparar las dos tablas de la Ley antigua diciendo “el primero es semejante al
segundo”. Aquí vemos que en la respuesta se suplanta el vínculo legal del
sujeto con Dios y con el prójimo por el vínculo personal, y a éste lo introduce
en el marco de la justicia, de la búsqueda del Reino y del ejercicio de la
misericordia.
Aclaremos
aún más este desplazamiento conceptual de lo legal a lo interpersonal: el amor
de caridad nos embarca en una relación, el amor sólo se entiende en el contexto
de una relación yo-tú. De este modo, la primera relación interpersonal que
plantea la respuesta del Señor es vertical. Si queremos ilustrar aún más la
relación primera podemos valernos de la Carta a los Efesios que define a los
cristianos como quienes “aman al Señor Jesucristo con amor incorruptible” (Ef
6,24). Ese yo-Tú vertical puede definirse también como referencial, cargado de
epifanía, en definitiva es el alma de la que orienta, anima y transforma la
apertura de relación con el prójimo como vínculo horizontal sobrenatural que en
época de los primeros cristianos sorprendía a los judíos que decían “cuánto se
aman”.
La
dinámica del amor que plantea el Evangelio incluye sin duda una invitación a
gestar nuestras acciones en el impulso del querer de Dios que siendo nuestro Tú
originario dinamiza y capacita nuestra antropología con las semillas del Reino
para construir una Patria de hermanos.
Llegados
a este punto podemos decir que el sentido del obrar en la vida cristiana viene
dado por este Yo-Tú sobrenatural que engendra en nosotros un vínculo
incorruptible que permanentemente hace nuevas todas las cosas en nosotros y por
nosotros en el mundo de nuestros vínculos.
A
partir de esta línea tomada del texto de Mateo en referencia podemos avanzar en
el conocimiento del amor de Dios.
EL
AMOR DE DIOS COMO PRINCIPIO Y FUNDAMENTO
En
esta sección seguiremos algunos conceptos del Cardenal Gianfranco Ravasi en lo
que ha dado en llamar “teofanía de amor”[1]:
“En
toda experiencia humana y cristiana ante todo debe destacarse la existencia de
un principio, de algo que precede, es decir que es anterior a nosotros y que se
encuentra absolutamente detrás nuestros. Vemos manifestarse esta teofanía del
amor de Dios y su epifanía en diversos ámbitos. Voy a mencionar tres.
En
primer lugar se da el ámbito de la creación. El amor de Dios rompe el silencio
de la nada y hace que irrumpa el ser siendo su primer acto de amor. Es
verdaderamente significativa la frase del Génesis cuando Dios hace salir la
creatura de su mano y ve que es algo bueno (Cf. Génesis 1,31). En la versión
hebrea se usa un adjetivo que significa bueno y bello... Así lo vemos en el
libro de la Sabiduría (11,24) “Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada
de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado”.
... El segundo ámbito en el
cual se refleja esta epifanía del amor es la historia. En el salmo 135,
producido para solista y coro, el solista enumera todos los actos históricos de
Dios hacia Israel, desde la misma creación, pasando por la liberación de
Egipto, pasando por el camino del desierto, hasta llegar al don de la tierra
prometida, mientras el coro repite continuamente una frase... que dice: “porque
es eterna su misericordia”. En hebreo la palabra literalmente incluye a todo
este entramado histórico dentro de una relación entre dos personas que se aman.
Misericordia es también piedad, pero primero y más importante significa el
amor, a continuación, la complicidad, la ternura, la pasión, la imaginación, la
intuición y la espontaneidad, esta red de comunicación entre dos personas que
se aman se expresa por esta palabra intraducible...
Me
gustaría hacer un tercer ejemplo de esta manifestación de Dios: la cruz. Hay
una hermosa frase de San Ambrosio en su comentario sobre el Salmo 119. La frase
latina es lapidaria: " Caritas Dei Verbum est ": "El amor de
Dios es Su Hijo, el Verbo." Recordamos aquí dos frases del Evangelio de
Juan y la otra de la primera carta de Juan. La primera dice: "Tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16), el segundo dice:
"hemos conocido el amor, en que él entregó su vida por nosotros" (1
Jn 3, 16). Por lo que la epifanía suprema del amor de Dios es la cruz de Cristo
y, en este sentido, debemos reinstalar la centralidad de la cruz de Cristo como
signo supremo de Dios”.
EL
SEGUNDO MANDAMIENTO ES SEMEJANTE AL PRIMERO: “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI
MISMO”
Llegados
a este punto podemos sostener que el texto al subrayar la semejanza nos está
orientando a considerar la naturaleza del hombre que ha sido cualificada para
amar con el amor de Dios y a asumir la apertura hacia el prójimo como una tarea
en la cual se realiza la voluntad de Dios. De alguna manera la posibilidad del
yo que se une al Tú de Dios supone una apertura horizontal al tú del hermano
que me descubre en la vocación del peregrino, de discípulo y de misionero del
amor de Dios. Amor que es creación y salvación.
Esta
conexión entre los dos mandamientos nos permite ver con claridad que Jesús no
es un simple maestro de temas morales sino quien es capaz de hacernos entrar en
la realidad profunda y sobrenatural de la fe y el amor transformante de la redención.
La
primera carta de Juan dice: “si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos
amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los
unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su
plenitud en nosotros” (1 Juan 4,11- 12). Y también podemos citar a Juan 15,
12-13: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he
amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
De
alguna manera podemos concluir que mediante el ejercicio del amor al prójimo el
Señor introduce algo de lo eterno en lo temporal. El amor propio de Dios el
llamado que recibe cada cristiano desde su bautismo como tarea de tal manera
que el introducir la experiencia del amor sobrenatural en el tiempo de la
historia será el plantar el Reino en medio del corazón de nuestro tiempo. Tarea
que no acaba nunca y que corresponde como tarea a cada hombre en cada momento
de nuestra historia.
CONCLUSIÓN
Vemos
que la condición de nuestra fe es el amor a Dios y al prójimo. Y que esta
experiencia debe traducirse en un cultivar una relación centrada en el tú de
Dios que nos impulse a vivir ese amor en comunidad. El amor entre los hermanos
vuelve a ser el signo que hace reconocer la presencia salvadora de Dios en la
historia.
En
este contexto puede comprenderse lo que la Escritura marca como el elemento
central del juicio final. Mateo 25, 31-46: “Cuando el Hijo del hombre venga en
su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas
las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros,
como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su
derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su
derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que
les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me
dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;
desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a
ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y
te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos
a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Luego
dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego
eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y
ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de
paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me
visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos
socorrido?". Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo".
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna».
BIBLIOGRAFÍA
üNuevo
Diccionario de Teología Bíblica. Voz: Amor. Ediciones Paulinas.
ü Ravasi,
Gianfranco. Il principio della carità nella scrittura.
ü Caturelli,
Alberto. Persona y comunicación intersubjetiva. Sapientia. 1981
ü McEvoy,
James. “Amitié, attirance et amour chez S. Thomas d’Aquin”, Revue Philosophique
de Louvain 91 (1993)