Reflexión del Evangelio del Domingo XII del tiempo ordinario


25 de junio de 2017. Evangelio según San Mateo 10, 26-33.

Jesús dijo a los apóstoles: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y los que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, Yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero Yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de  aquél que reniegue de mí ante los hombres”.

Por tres veces nos dice el Señor en este evangelio que no debemos tener miedo, y solo una sola vez nos dice a qué no debemos tenerlo. Sin duda que nos está llamando a tener en esta vida una jerarquía de valores. La salvación de nuestra alma es el que está por encima de todo otro valor. Y el alma se salva solo cuando pone a Dios por encima de todo amor. La primacía de lo espiritual y la primacía de Dios por encima de todo. Adán, por el pecado lo perdió todo, quedando ligado al pecado, a la condenación y a la muerte. La separación de Dios es la muerte del alma, cuya muerte física es su símbolo. Y por Adán todos pecamos y recibimos por propagación de la generación el estado de pecado. Así sabemos ahora que Cristo es el nuevo Adán, que nos ha recuperado, y con creces, lo perdido por Adán. Él nos trae la justicia, la salvación y la vida. En esto consiste la Buena Noticia, que Cristo predicaba casi en secreto, cuando caminaba por esta vida con sus apóstoles; porque todavía no había muerto ni resucitado. Pero luego nos dice que deberemos profesar nuestra fe a la vista de todos; y así también proclamarla. Esto implicará la persecución, ya que el mundo que vive en las tinieblas del pecado no querrá venir a la luz de Dios. Así es como persiguieron a los profetas cuando ellos predicaban la verdad en nombre de Dios. Uno de ellos es una figura de Cristo por la persecución que le tocó sufrir; se trata del profeta Jeremías. Pero así como él se ponía en las manos de Dios, para que Él le defendiera de sus enemigos, de la mima manera deberemos hacer nosotros también. Vivir y proclamar sin miedo el evangelio de Cristo y la vida cristiana, es la misión de todo bautizado. El Señor nos cuidará mucho más que lo que lo hace con los pájaros de cielo. No deberemos tener miedo al poder de los hombres que matan el cuerpo, ya que no pueden matar el alma. Más habría que temer a Dios, que puede enviar alma y cuerpo a la condenación si uno vive y muere en el pecado. Así lo han vivido los verdaderos cristianos de todo tiempo y lugar, prefiriendo el martirio, antes que el rechazar a Dios, y su Vida y salvación. Como pensaba Santo Tomás de Aquino: un alma en gracia vale más que todo el universo material. Santa Catalina de Siena, cuando venía a su mente el pensamiento de un alma en gracia, caía arrobada de éxtasis por el amor a Dios que ello le causaba. Hay también un salmo de la Sagrada Escritura que reza: “Tu gracia Señor vale más que la vida”. Lamentablemente vivimos en una cultura y en una sociedad que ha dejado de valorar así las cosas de Dios. Se invierten los valores del Evangelio y se antepone lo material a lo espiritual. Pero la promesa del Señor sigue y seguirá siempre en pie: “a todo aquel que me confiese ante los hombres, Yo lo confesaré ante mi Padre que está en el cielo”.
Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense